La urgencia de crear: el arte como revelación
No fui yo quien eligió al arte; fue el arte quien me eligió. Me atravesó como médium, como campo de batalla, como refugio. Desde la infancia sentí una energía indomable que no encontraba contención en lo visible. Una urgencia interior que exigía transformar lo intangible en imagen, lo reprimido en forma. Ese impulso fue —y sigue siendo— el motor vital de mi existencia.
Este manifiesto no es una autobiografía tradicional ni un catálogo de obras. Es un mapa emocional. Cada palabra responde a una imagen, y cada imagen es el eco de una experiencia vivida que necesitó ser transfigurada. En ese acto de creación encontré sentido en el caos, música en la fractura, y belleza en lo crudo, en lo no decorativo. Como escribió Jung: “Quien mira hacia dentro, despierta.” Ese despertar no calma: conmociona. Y es ahí donde nace lo auténtico.
El Psico-Expresionismo que propongo no es una técnica ni una corriente: es una forma de estar en el mundo. Una ética expresiva asumida desde la vulnerabilidad y la lucidez. No busco representar lo que vemos, sino lo que sentimos. Mi lenguaje visual se compone de manchas, silencios, quiebres y gestos; entre lo espontáneo y lo deliberado se abre una grieta por donde se asoma el alma.
Aunque mi obra nace desde lo autobiográfico, su vocación es expandirse hacia lo colectivo. No se queda en la confesión íntima: busca resonancia universal. En cada pieza hay dolor, pero también asombro. Hay deseo, pero también contemplación. Y por encima de todo, hay verdad. No una verdad objetiva, sino una verdad encarnada: emocional, simbólica, profundamente humana.
Este manifiesto es también una ofrenda. A quienes me formaron, a los símbolos que me acompañan, y a quienes buscan en el arte un lenguaje cuando la palabra no alcanza. Más que una trayectoria artística, lo que aquí comparto es una forma de resistir al olvido, de transformar la herida en memoria y la memoria en signo.
No escribí este libro para complacer. Lo hice para conmover. Para abrir preguntas. Para agitar lo que creíamos dormido. El arte que me interesa no adorna: interpela. No explica: sugiere. No consuela: despierta.
Quien cruce esta puerta no encontrará respuestas cerradas. Pero quizá —entre estas palabras y estas formas— encuentre un reflejo de sí mismo.
Porque el arte —cuando es verdadero— no habla desde afuera.
Habla desde el abismo.
Y nos revela.